Durante los días 25 y 26 de Febrero se realizó con pleno éxito el Simposio Regional Sobre Enfermedades Tropicales organizado por el Capítulo Central de la Asociación Colombiana de Medicina Interna, en la ciudad de Villavicencio. Por considerarlos de mucho interés publicamos la carta enviada a los organizadores por el Profesor Luis Patiño Camargo, presidente honorario del certámen, así como el discurso de clausura pronunciado por el Dr. Efraím Otero Ruíz, gerente de Colciencias.
Muy ilustre señor presidente:
Doy a usted infinitas gracias, y atentamente le ruego que las trasmita a la honorable junta directiva y a los miembros de la Asociación, por la bondadosa merced que hacen a un viejo médico retirado al solicitarle presidir el simposio que sobre enfermedades tropicales se efectuará en febrero próximo en la ciudad de Villavicencio.
Las lógicas mermas por una larga vida determinan que físicamente y muy a mi pesar no pueda complacer su deseo generoso y agradecido.
Pero con el más vivo entusiasmo quiero congratularlos por su patriótica iniciativa y aplaudirlos con honda emoción por el temario del simposio. Porque Colombia está situada entre los trópicos y sobre el ecuador. Porque la mayoría de su territorio es cálido. Porque sobre su suelo han sido endémicas muchas dolencias regionales: así el paludismo, la fiebre amarilla, las ricketsiosis, los parasitismos intestinales, la bartoneliasis, las espiroquetosis.
Porque no están lejos los días aciagos de mortíferas epidemias con grandes quebrantos. Es de conciencia pública que los médicos colombianos así los del pasado siglo como los sanitaristas del presente han luchado bravamente contra tales dolencias y logrado éxitos que están a la vista: convertir en sitios amables tierras de la clorosis, del tuntún y la anemia plagadas enantes de gusanos intestinales, con la campaña contra la uncinariasis. Barrer de los poblados la fiebre amarilla. Limpiar el litoral pacífico y otras comarcas del feo pian y del aún más feo carate. Contener la fiebre petequial y la verruga. Controlar el paludismo y hacer que vastos territorios legendariamente insalubres sean ahora asiento de ciudades y emporios del arroz, el algodón y la ganadería.
Valorar lo alcanzado es justo y oportuno. Pero así mismo es sabio y prudente hacer una severa revisión del estado actual de las enfermedades regionales. Algunas pueden estar apenas suspendidas. Otras, como los volcanes, durmiendo su sueño invernal.
Con exceso de optimismo se creyó que con los insecticidas residuales se rompía para siempre la cadena de trasmisión y se erradicaba el paludismo. Pero la vida sabe defenderse con muchos recursos. El paludismo en muchas partes está controlado pero no erradicado. Ha perdido grandes batallas pero no ha perdido la guerra.
Con la penicilina y demás antibióticos se tuvo la ilusión de que las espiroquetosis desaparecerían y no han desaparecido. Se podría hacer una lista de ejemplos.
El exceso de los procedimientos químicos con plaguicidas en muchas ocasiones ha roto el equilibrio biológico con graves consecuencias. La proliferación de reduvidios por la muerte de predatores con los insecticidas para los mosquitos es un hecho.
Reconsiderar los viejos sistemas como el control biológico y las obras manuales de rellenos, desecaciones y desagües parece prudente.
Es muy ancha y muy larga la perspectiva en Colombia del estudio de agentes etiológicos, de múltiples y variados vectores de fuentes y reservorios de los virus de enfermedades regionales. Pero, perdóneme estimado presidente. Parece que a los 86 me salió la manía profesional, y veo que estoy escribiendo a un médico que de estas cosas, a Dios gracias, sabe más que yo.
Solo me resta pedir un recuerdo para la extinguida cátedra de medicina tropical. Para sus muertos ilustres. Su fundador Roberto Franco definidor de la fiebre amarilla selvática, de las parasitosis intestinales, de las espiroquetosis hemáticas. El inolvidable profesor Pedro José Sarmiento preconizador con éxito del tratamiento simplemente médico del abceso hepático. Entre la luminosa lista de sus egresados, Santiago Rengifo, Hernando Rey, Mera Samaniego, Andrés Soriano y Jorge Boshell quienes fueron siempre generosos asociados, Ernesto Osorno, Manuel Roca García, figuras todas cimeras de la historia médica.
La cátedra de medicina tropical formó escuela, fué centro activo de investigación y rindió frutos benéficos.
Este viejo médico obrero permanente de la salud pública lo saluda, le renueva su agradecimiento y se suscribe como su servidor muy atento.
Nada más grato para mí que dirigir a ustedes unas palabras en la clausura de este Simposio sobre Medicina Tropical, exitosamente llevado a cabo por el Capítulo Central de la Asociación Colombiana de Medicina Interna. Pues al lado de mis colegas y compañeros de Asociación el haber estado aquí, con ustedes, estos dos días, teniendo como fondo el rumor de las cigarras y las aves del pié de monte llanero y mirando hacia adelante la perspectiva infinita de la llanura donde sólo a veces se escapa "por la luz arriba la palmera" como en el verso de Carranza, la experiencia anímica y emocional ha sido casi tan valedera como la científica. Sobre todo, porque en estos días hemos agitado el tema de las enfermedades tropicales que, sea en sus aspectos de investigación, de asistencia o de docencia está en la esencia misma y en la razón de ser de la medicina colombiana.
No es coincidencia que este Simposio haya tenido lugar en Villavicencio, ciudad acogedora como ninguna, en la que acaba de inaugurarse oficialmente la Universidad Tecnológica de los Llanos Orientales y donde hace ya muchos años funciona el Laboratorio de Investigaciones "Roberto Franco" de la Universidad Nacional. Es que, como lo dejaba entrever en sus palabras inaugurales el Dr. Hernando Groot, tenemos que dejar de pensar en que hay que salir del país para aprender medicina tropical. Hay que volver sobre nuestros pasos, girar en torno de nosotros mismos —como lo hemos hecho durante este Simposio— para comprender que esta especialidad médica tiene ya una tradición ilustre entre nosotros y cada día se adentra más y con más originalidad propia a resolver sus problemas investigativos.
Se cumplen en 1977 setenta y dos años de fundada la primera cátedra de Medicina Tropical en la Universidad Nacional de Colombia, cátedra que fuera encomendada al doctor y profesor Roberto Franco y que un año después fuera complementada con la creación del Laboratorio Santiago Samper. De ahí en adelante surge toda una pléyade de profesores e investigadores de primer orden que, quizás por primera vez en la historia de la medicina colombiana,. hacen que sus trabajos y sus descubrimientos trasciendan más allá de sus fronteras. Por ello nuestra Asociación ha cumplido con un elemental deber de reconocimiento al señalar como presidente honorario de este Simposio al profesor Luis Patiño Camargo, maestro infatigable de varias generaciones y a quien nuestra historia médica tiene señalado un lugar pre-eminente, no tanto al lado de los viejos profesores como Franco, Uribe Angel, Posada Arango, Evaristo García o Pedro J. Sarmiento sino activo y talentoso al lado de los nuevos como Augusto Gast, Hernando Groot, Carlos Sanmartín, Alberto Restrepo o Augusto Corredor. El Profesor Patiño es un hermoso puente viviente que enlaza más de cincuenta años de pensamiento médico colombiano.
Oyendo ayer a Augusto Gast o a Hernando Groot nos damos cuenta de que hay mucho de épico en esto del estudio de las enfermedades tropicales en Colombia. Epica que, contra lo que muchos pudieran creer, no es cosa del pasado sino que la seguimos viviendo y la viviremos en tanto el hombre siga afectando las circunstancias que rigen la vida y su medio ambiente. Cuando Groot hablaba —con su inimitable propiedad estilísticade las supuestas avenidas por donde nos han llegado en años recientes los mosquitos transmisores del dengue, me acordaba yo de algo que leí no hace mucho y que dice que las subespecies de la mosca doméstica, que antes constituían poblaciones más o menos aisladas en las diferentes regiones del mundo, han llegado a homogenizarse gracias a la difusión universal de las moscas por medio del transporte aéreo. Esta reflexión lo lleva a uno a pensar y re-pensar las palabras pronunciadas por el Dr. Gast sobre que algunas de estas enfermedades no están erradicadas sino simplemente controladas como el símil del volcán que tan elocuentemente expresara en su carta el Profesor Patiño.
Consecuencia inmediata de ello es la de que se impone una continuada investigación sobre estos problemas que se acople a las circunstancias ecológicas cambiantes. De ahí el interés que hemos tenido en COLCIENCIAS de apoyar, no solo reuniones científicas como ésta que hoy termina, sino investigaciones que complementen en las universidades e instituciones de investigación públicas o privadas, lo que ya en otra escala han venido haciendo por muchos años las instituciones especializadas del Ministerio de Salud. Resulta placentero saber que algunos de los investigadores y trabajos que aquí se han presentado han tenido financiación por parte de COLCIENCIAS. Creo que su presentación aquí, y la celebración misma de este Simposio, deben contribuír a estimular el interés porque, ya desde el ángulo de enfoque de la clínica, del laboratorio o de la misma salud pública, se acrecienten los esfuerzos investigativos para contribuír a aclarar esos aspectos tan curiosos de las enfermedades tropicales, que hicieron que los franceses las cobijaran a principios del siglo con la sugestiva denominación de "patología exótica".
En un esfuerzo por ampliar los recursos de estas investigaciones COLCIENCIAS se ha hecho cargo, a partir de 1976, de ser la contraparte colombiana del llamado Centro Internacional de Entrenamiento e Investigaciones Médicas -CIDEIM-, programa cooperativo con los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos y que anteriormente funcionaba de manera exclusiva con la Universidad del Valle. Este Centro ha realizado desde 1961 más de 300 investigaciones en enfermedades infecciosas y transmisibles, la mayoría comprendidas dentro de lo que aquí hemos llamado Medicina Tropical. La idea que ha tenido el Gobierno Nacional al señalar a COLCIENCIAS como contraparte es la de extender más estas investigaciones a través de institutos y universidades, al tiempo que se aumentan los fondos nacionales de contrapartida. En esta forma va a iniciarse en estos días un estudio sobre filariasis en la Orinoquia Colombiana, que estará centralizado en el Instituto Nacional de Salud. Fué una lástima que la brevedad del tiempo no hubiera permitido que los doctores Groot y Corredor nos hubiesen hablado de este fascinante problema de las microfilarias que tuvo vigencia hace 40 ó 50 años, desapareció de nuestro territorio y ha vuelto a aparecer en otras zonas con modalidades diferentes.
Realmente, como debieron darse cuenta los organizadores del Simposio, día y medio es demasiado poco tiempo para cubrir una gama tan vasta de temas en muchos de los cuales, como hemos visto, surgen más interrogantes que respuestas. Queda uno impresionado, sin embargo, por el talento colombiano que por aquí ha desfilado en tan corto tiempo. Vayan a los organizadores nuestras sinceras felicitaciones y nuestros votos por que este tipo de seminario se repita en varias ciudades del país en donde seguramente habrá también audiencias tan nutridas y tan interesantes como esta de Villavicencio. Y para todos los participantes y en nombre de la Asociación Colombiana de Medicina Interna, nuestros sinceros agradecimientos por una reunión que marcará un trazo indeleble en los anales de nuestra medicina.