¿La bioética y el modelo neoliberal son compatibles?

Jaime Campos · Bogotá, D.C.

Dr. Jaime Campos: Profesor Honorario Universidad Nacional de Colombia, Ex presidente Asociación Colombiana de Medicina Interna, Bogotá, D.C.

"No hay peor error que engañarse a sí mismo y es así como vivimos "

JOSÉ DE SARAMAGO

Inicio mi exposición con apartes del texto de la conferencia Lombana Barreneche del Congreso de Medicina Interna de 1980 gentilmente facilitada por su autor Hernando Sarasti, en donde se describe la figura del Dr. Lombana Barreneche como insigne clínico y maestro en su calidad de profesor de anatomía patológica desde 1891 y por cerca de 40 años convirtiéndose, como lo registra Sarasti, en mentor e inspirador de sucesivas generaciones médicas.

Además de su dedicación a la medicina, demostró un gran compromiso con sus ideas políticas, que le permitieron entre otros rechazar la conminación del Ministro de Instrucción Pública hecha a todos los profesores de la Facultad de Medicina a reunirse en la Capilla del Sagrario de Bogotá con el fin de hacer pública la profesión de sus creencias religiosas... Al no aceptar esta ingerencia sobre su fuero íntimo debió renunciar a la cátedra que regentaba.

En 1904 y 1905 fue profesor de clínica de patología tropical, de terapéutica y de clínica interna. En 1910 fue miembro de la Asamblea Nacional Constituyente pero exasperado por las discusiones bizantinas, dejó una protesta al no haberse concretado nada en favor del país. En 1918 fue candidato del partido liberal a la Presidencia de la República siendo derrotado por Marco Fidel Suárez

Su carácter y su interés en la política son ejemplo para las nuevas generaciones médicas tan ausentes del debate social, absorbidas hoy en día por una medicina corporativa enemiga, tanto del paciente como del médico.

Como corolario aparece la necesidad de involucrarnos en el debate sobre el presente y futuro de nuestras sociedades y es por ello que gustosamente asumo la enorme responsabilidad que me ha sido conferida de honrar en esta magnífica ocasión la memoria del ilustre maestro Lombana Barreneche, presentando esta disquisición sobre dos pilares básicos de la sociedad actual, uno el bioético en urgente necesidad de reflexión y aplicación y otro el económico de corte neoliberal en plena imposición.

El tema económico (el de la ley del mercado) lo desarrollaré sobre su fundamento, su implementación e imposición que claramente está repercutiendo de manera definitiva sobre la calidad de la vida. El de la bioética en su concepción general, es decir, la de la ética de la vida, del medio ambiente, de los derechos individuales y colectivos, del rescate del respeto por el otro, como elementos indispensables para la preservación de nuestra especie.

En las lecturas sobre el tema económico he consultado el libro El malestar en la globalización, escrito por Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, quien después de haber sido uno de los asesores económicos de Clinton, de haber trabajado en el Banco Mundial y haber conocido de cerca el Fondo Monetario Internacional (FMI) describe con un lenguaje sencillo su análisis sobre entidades financieras de ayuda internacional y que a continuación refiero en forma resumida.

Manifiesta que durante su permanencia en el Banco Mundial pudo constatar el impacto devastador de la mundialización sobre los países en desarrollo y en especial sobre sus poblaciones pobres. Los resultados de las políticas de privatizaciones y de restricción fiscal impuestas por el Consenso de Washington no han sido estimulantes y la transición a la economía de mercado ha sido decepcionante. También enuncia que "los que hemos vivido las prescripciones de austeridad durante decenios nos preguntamos ¿cuándo se verán los frutos? Desde la década de los sesenta (llamada sustitución a las importaciones) que alcanzó un crecimiento de 5.4%, se bajó en la de los noventa a sólo un 2%. En los últimos 20 años el número de pobres viviendo con menos de dos dólares por día ha aumentado en un 50%, es decir, cerca del 40% de la población mundial.

Para Noam Chomsky el cambio principal se dio a principios de los años sesenta cuando, en primer lugar los Estados Unidos, y luego sus aliados, desmantelaron el sistema económico internacional.

En Colombia, Eduardo Sarmiento en una columna de El Espectador del 17 de febrero de 2002, escribe: "La apertura redujo la participación de la agricultura en el producto nacional a la mitad, exacerbando las condiciones de pobreza rural. Propició el desplazamiento masivo del empleo industrial por las importaciones de materias primas y amplió la brecha salarial entre trabajadores calificados y no calificados. Las privatizaciones y la liberación del sector financiero ocasionaron grandes transferencias a favor de los consorcios internacionales y el sector financiero en detrimento de las clases medias y bajas".

Un reciente estudio de la Contraloría General de la República, dirigido por el profesor Luis Jorge Garay, revela que "el país ha retrocedido diez años en concentración de la riqueza (el 20% de los hogares más ricos concentra el 52% de los ingresos totales de la nación), el 59,8% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza, 11 millones de colombianos viven con menos de un dólar al día y la indigencia rural bordea el 40%.

Para muchas sociedades como la nuestra, el mercado no ha aportado soluciones de justicia, sino una reformulación de atraso y alienación. Colombia, con inflación baja pero sin crecimiento y con un desempleo elevado, presenta una situación macroeconómica catastrófica.

Frecuentemente las políticas de ajuste estructural del FMI han provocado en numerosos países desempleo y hambrunas, con posteriores asonadas, y los beneficios de sus recomendaciones se han quedado en los sectores más ricos en detrimento del ingreso de los sectores populares.

Esto ha ocurrido en México en donde a pesar de cierto crecimiento, los beneficios se concentraron en el 10% de la población más rica.

Los expertos del FMI se declaran convencidos de que a largo plazo todo será mejor y que los impactos negativos son apenas una prueba necesaria dentro del proceso. Sólo los que personalmente se benefician de la exclusión de los productos de los países pobres, defienden la gran hipocresía de pretender ayudar a los países en desarrollo, en tanto que se les obliga a abrir sus mercados a los productos de los países industriales avanzados, mientras estos últimos continúan protegiendo sus mercados, como es el caso de los aranceles fijados por los Estados Unidos para privilegiar a sus siderúrgicas.

La falta de transparencia de los mercados acentuada por la complicidad de los auditores ha llevado a la manipulación de las cifras con la grave repercusión contra empleados y pequeños accionistas.

Los excesos del poder financiero y la corrupción existentes en el mercado están bien reflejados en el editorial de El Tiempo de julio 11 de 2002 cuando sostiene que "una gigantesca sombra de desconfianza se cierne hoy sobre el corazón del capitalismo estadounidense. Los millones de inversionistas están enardecidos con las manipulaciones de que han sido objeto los balances de poderosas empresas. Bush ha reconocido que los engaños de las corporaciones estadounidenses ponen al sistema capitalista en peligro".

Históricamente es la clase media la que reivindica el estado de derecho, la educación pública para todos, el fortalecimiento de la seguridad social, elementos capitales para una economía sana. Con sus políticas el FMI está debilitando a la clase media y enriqueciendo a una élite muy pequeña, la dirigente, subestimando los costos políticos y sociales de las medidas neoliberales. En tanto que los trabajadores han luchado por la seguridad del empleo, el FMI está imponiendo lo que denomina por eufemismo la flexibilidad del mercado del trabajo que simplemente traduce disminución de los salarios y desaparición de la protección al empleo.

El fanatismo del mercado no se interesa de las situaciones ni de los problemas concretos y los expertos como Pierre Bourdieu aconsejan a los responsables políticos debatirlos también en medios universitarios. La toma de conciencia en contra de la globalización aparece por el fracaso de sus políticas y por las injusticias de la economía de mercado que genera una estructura supranacional.

Hoy se ha entendido que las reformas son necesarias pero que necesitan un diseño y una serie de etapas, reconociéndole al Estado un papel moderador importante. El cambio no es sólo económico sino evolutivo en toda la sociedad. Para que sea exitoso a largo plazo, debe contar con un apoyo importante que debe reposar sobre una gran repartición de los beneficios. Las instituciones económicas internacionales deben permitir una decisión informada sobre las consecuencias y los riesgos de cada opción, para que en libertad se escojan y se asuman las consecuencias.

Stiglitz cree en las privatizaciones sólo si ellas ayudan a las empresas a ser más eficaces y a disminuir los costos a los usuarios o consumidores, lo que ni se considera en el FMI en donde su dogma apenas alcanza a disimular los intereses privados. A pesar de que dentro de los gobernantes de los países en desarrollo existen dudas sobre las fórmulas recomendadas, el temor a perder la financiación únicamente les permite expresar algunas reservas pero en privado.

Igualmente considera necesario fraguar una filosofía y una política económica que vean a la administración y al mercado como complementarios, como socios y que si los mercados son el centro de la economía, al no ser racionales, requieren de un Estado regulador, con un papel importante aunque limitado. Manifiesta que la supresión de las barreras al libre comercio puede ser útil pero que hay que replantear sus diseños en las políticas impuestas por la globalización a los países en desarrollo.

Para poder convivir se necesita una serie de reglas equitativas y justas que atiendan a los poderosos y a los pobres y que reflejen un sentimiento básico de decencia y justicia social como desenlace de procesos democráticos y que respondan a las necesidades de los afectados por políticas y decisiones adoptadas en lugares distantes. En las democracias modernas se espera la responsabilidad de las autoridades públicas frente a sus ciudadanos pero las instituciones económicas internacionales, al no tener origen democrático han escapado a esta responsabilidad directa frente a la lucha por el crecimiento y contra la pobreza.

Saramago plantea como urgente promover un debate mundial sobre la democracia y sus causas de decadencia, sobre la intervención de los ciudadanos en la vida política y social, sobre las relaciones entre los Estados y el poder económico y financiero mundial, sobre el derecho al bienestar y a una existencia digna, sobre las miserias y las esperanzas de la humanidad; Jacques Robin propone que hay que sustituir la ley del mercado por una economía plural con una lógica económica ligada a los servicios públicos, al servicio de la economía solidaria y social y a una lógica por un ingreso de existencia suficiente. La construcción de esta democracia mundial debe apoyarse sobre una ética basada en valores compartidos como el respeto por la vida, por la dignidad, por la reciprocidad y por la responsabilidad hacia generaciones futuras.

Como introducción al tema de la bioética es preciso recordar que debido a la reforma de la salud en Colombia, cuya Ley 100 fue impuesta al país por entidades internacionales y fue aprobada con una mínima discusión por el legislativo y adoptada rápidamente por el ejecutivo sin medir las consecuencias o tal vez a sabiendas de lo que ocurriría con la medicina corporativa que fundamentalmente funciona con base en la productividad, convirtiendo en mercancía uno de los bienes más preciados cual es la salud.

José Félix Patiño en un reciente editorial de la revista de la Academia Nacional de Medicina sostiene que la conversión de los hospitales públicos en empresas autosuficientes ha dado lugar a "la religión de la facturación" que se traduce en no referir pacientes a instituciones de nivel superior de atención con el ánimo de incrementar su propia "productividad". Igualmente conceptúa que la globalización de la salud está creando una interdependencia, no entre los sistemas de salud, sino entre las grandes empresas que los manejan y que gastan los recursos de la atención en costos administrativos y en el arte de la publicidad y el mercadeo logrando un gran crecimiento patrimonial con las utilidades corporativas.

Debido a que el ejercicio de nuestra profesión requiere permanentemente de la ética, podemos en esta disquisición intercambiar las palabras "medicina" y "bioética" que al ser complementarias permiten enunciar algunas sugerencias que en el contexto actual faciliten asumir la responsabilidad sobre acciones requeridas para superar la creciente desesperanza.

Ante el ya sobrediagnosticado fracaso de la reforma de la salud en Colombia, debemos dedicarnos a las acciones que cada uno de nosotros esté en situación de desarrollar para fortalecer y mantener un clamor por la medicina, clamor que además de plantearlo en los foros, en las instancias gubernamentales y en las mesas de negociaciones, se exprese además cada vez que exista una interacción con el paciente o con su familia.

No podemos permitir que la burocracia, la productividad y la intermediación, entre otros, oscurezcan nuestro juicio, anulen nuestra vocación y por ende nuestra razón de ser. Nuestra responsabilidad es con el enfermo, es con la ciencia y el arte de la medicina, y a través de ésta, con la sociedad.

En cada uno de nosotros está el disentir necesario para que el paciente siempre reciba lo mejor. Este clamor debe ser universal para evitar la manipulación que pone al paciente como escudo de nuestros intereses. Nuestras demandas son justas y nuestro ejercicio no es negociable.

El clamor sólo se podrá legitimar con una correcta actuación hacia el paciente, comprometida en todos los niveles y así recuperar para nosotros y para quienes nos sucedan la dignidad de nuestra misión.

Para continuar con la bioética creo necesario diferenciar entre ética y moral y comparto la posición filosófica, a mi juicio sencilla y racional de Catonné quien concibe que "la ética aprecia los actos y los juicios humanos sobre los valores, en tanto que la moral lo que se admite o se prohibe".

He extractado del libro Práctica médica en Colombia del gran experto y pensador Carlos Gaviria, quien define que "la bioética propone una actividad renovadora ante la vida, sugiriendo una forma de ejercer la libertad y mediante ella reflexionar sobre la responsabilidad que todo ser humano tiene con lo viviente, es decir, una forma de vida consciente de su responsabilidad con el futuro de la humanidad".

Plantea que debe poseer principios que sin ser absolutos permitan a quien los adopta ofrecer una discusión fundamentada y por ende faciliten la toma de decisiones que se presenten en el ejercicio de cualquier actividad humana y en particular de la medicina.

Si se considera a la bioética como ética de la vida, el profesor Saúl Franco, de la Universidad Nacional de Colombia, sostiene que la inequidad es el mayor saldo rojo en el balance sociosanitario actual y no la inequidad en abstracto sino las inequidades en concreto: las políticas, las culturales, las tecnológicas, las socioeconómicas, las heredadas, las importadas y las impuestas.

Para Franco, el mejor indicador global de la inequidad reside en el ingreso. Las tres cuartas partes de la humanidad sólo reciben el 15% del total mundial, existe entonces una polarización del ingreso global con un vértice cada vez menor de ricos (personas, grupos, empresas, países cada vez más ricos) y una base creciente de pobres cada vez más pobres. Igualmente resalta la necesidad de construir e implementar una agenda por la vida y para ello el objeto de cualquier modelo alternativo en salud debe ser la vida humana, con la vigencia de la seguridad social y con las formas de relación individuales y colectivas con el medio exterior, para así revitalizar el tejido social, para construir ciudadanía y poder combatir al neoliberalismo que ha convertido en mercancía hasta la satisfacción de necesidades sociales básicas, antes responsabilidad del Estado.

Habermas sostiene que mientras la visión liberal reduce la ciudadanía a términos legal-procedimentales, la visión comunitaria la entiende más en términos éticos que legales. Solo un nuevo paradigma del derecho puede lograr la integración social que las sociedades complejas perdieron y evitar así las soluciones violentas.

Dominique Meda en su obra ¿ Qué es la riqueza ?, sostiene que "la unión social no se puede reducir a la unión mercantil. A la sociedad no se le puede concebir como una yuxtaposición de individuos intercambiando mercancías, sin historia, sin agregados culturales, sin contexto". Por ello, hay que deslegitimar la aseveración de que no podemos sustraernos a la bien o mal llamada globalización y de que con la ley del mercado estamos viviendo el único destino permitido; las sociedades no deben perder el ejercicio de la duda y por ende el de la disidencia.

A mi juicio la bioética debe ser un paradigma de racionalidad ética, que se sitúe más allá del ordenamiento jurídico y deontológico y más acá de las convicciones religiosas. Paradigma de una ética cívica que le enseñe al ciudadano cómo vivir en sociedad, que contemple igualdad de oportunidades, respeto por los valores humanistas, por el arraigo cultural y por la dignificación de la protección social. Así se logrará facilitar el cambio de la actual moral restrictiva por una ética civil que introduzca una revalorización del pluralismo, un respeto por la privacidad y por la sensibilidad lúdica y así conjuntamente con él conocimiento, la tolerancia y la generosidad se pueda construir una ética con perspectiva universal que nos permita convivir con nuestros mitos, elaborar nuevas utopías y así facilitar la aparición de normas ciudadanas tendientes a lograr un orden más humano así sea provisional.

Olvidaba resolver el interrogante planteado como título de esta presentación, ¿la bioética o la medicina y el modelo neoliberal son compatibles? la respuesta es naturalmente ¡NO!

Bibliografía

Buchanan A. Trust in Managed Care Organizations. Kennedy Institute of Ethics Journal 2000; 103: 189-212.

Campos J. Etica y medios de comunicación. Acta Med Colomb 1999; 24: 66-67.

Campos J. Hacia una nueva ética. Bogotá. Revista Consigna. 2000; Marzo: 55- 57.

Campos J. Ethics and media. Medical Ethics, Gastroenterology and Digestive Endoscopy: changing concepts in a changing world. 1998: 35-40.

Da Costa H. Reflexiones acerca de la Bioética. En Bioética la calidad de vida en el siglo XXI, Bogotá 1995: 27-40.

Dorr-Goold. Trust and the Ethics of Health Care Institutions. Hastings Center Report 2001; 31: 26-33

Franco S. La Salud al final del Milenio. En Bioética la calidad de vida en el siglo XXI, Bogotá 1995: 71-98.

Friedman W. Presidential Address " What's the Meaning of Life". Neurosurgery 2000; 48: 1-11.

Gaviria C. La práctica médica en Colombia Ed. Página Maestra, Bogotá 1998.

Sen Amartya. L'economie est un science morale. Editions La Découverte, 1999.

Stiglitz J. El malestar en la globalización. Ed. Taurus, Bogotá 2002.