In Memoriam

Dr. Dario Maldonado Gómez
1936-2019

Es para mí un inmenso honor el que me hacen Acta Medica Colombiana y la Asociación Colombiana de Medicina Interna para escribir unas palabras en memoria de Darío Maldonado Gómez, médico de médicos, y maestro de profesores. Ya bien entrada la tarde en mi vida profesional, considero un gran privilegio recordar a los grandes líderes de la Medicina Interna colombiana a quienes conocí, y entre ellos, al que más moldeó mi carrera, y con quién compartí muchos momentos por más de 40 años. Un inmenso legado nos deja Darío Maldonado Gómez, profesor distinguido de Medicina, doctor honoris causa de la Pontificia Universidad Javeriana, Presidente de la Asociación Colombiana de Medicina Interna, de la Sociedad Colombiana de Neumología, y creador de la Fundación Neumológica Colombiana.

Conocí a Darío -puedo ahora decirle Darío, aunque todavía se me ponen los dedos algo rígidos al escribirlo, y reconsidero si hacerlo o no- en 1977 en tercer semestre de Medicina en la Javeriana, en clase de fisiología pulmonar. La impresión que me causó fue inmediata. La facilidad en el manejo de conceptos y en la forma de expresarlos, lo destacaban por encima de los otros profesores en ese semestre. Una vez entrado en los semestres de clínicas como estudiante, y luego como interno y como residente de Medicina Interna, pude confirmar el modelo de rol y la real dimensión del profesor a quien tratar de emular el resto de mi vida profesional y familiar.

El Departamento de Medicina Interna del Hospital San Ignacio a mediados de los 70 y durante toda la década de los 80 tenía -obviamente bajo mi visión de estudiante y de residente, probablemente sesgada- el grupo de profesores más académicos y más demandantes del compromiso real que se espera de los estudiantes de Medicina, en conocimiento y en el cuidado del paciente, que recuerde en toda mi vida profesional. No me parece exageración decir que la inmensa mayoría de los residentes y fellows de sub-especialidad que se graduaron durante esos años, han sido a su vez líderes y figuras muy influyentes y respetadas dentro de la sociedad médica colombiana. Esa cultura de exigencia científica a todo nivel, al lado de la cama del paciente, y de alta competitividad académica entre los estudiantes de pregrado y de los residentes del programa (aunque también necesariamente estresante para todos nosotros), fue la que Darío Maldonado Gómez le imprimió al Departamento, y que en parte persiste hasta hoy. Como otros grandes y exitosos médicos con una gran clientela de pacientes, Darío también tenía una habilidad innata para hacerse una impresión rápida, y acertada casi siempre, de las actitudes, valores, y características de personalidad que los estudiantes y residentes mostraban. Y era difícil convencerlo de lo contrario una vez se formaba su opinión al respecto. En ese aspecto, para Darío nunca hubo muchos tonos de gris en cuanto a la naturaleza humana, y uno tenía que esforzarse mucho para llenar sus estándares como médico y como persona. De Darío recibí varias veces consejos muy útiles; por irreverente, una vez me dijo con mucho cariño: "flaco, un día de estos le van a dar en la jeta por guasón".

De Darío trato de emular muchas cosas y honrar su memoria, algunas sin mucho éxito; por ejemplo, nunca pude emular de Darío la forma de echar voladores en las reuniones de navidad del Departamento de Medicina Interna y en su finca: a lo santandereano, agarrando el volador en la mano izquierda y prendiéndolo con la derecha. Pero me parecía difícil; además, no creo que yo hubiera podido hacer bron-coscopias o biopsias de pleura con tres dedos únicamente. Pero si profundicé mis estudios en el extranjero, siguiendo su ejemplo de los cinco años en que él estuvo entre Chicago y Milwaukee haciendo residencia en Medicina Interna y Neumología como trainee del National Heart Institute y luego como instructor en Marquette University; trato de ser el mejor profesor que puedo ser con mis estudiantes y residentes, como él lo fué; trato de tener respeto y honrar la memoria de todos los profesores que me enseñaron algo de Medicina, al igual que Darío la tenía con su maestro, Gordon Snider. Al igual que Darío, quien publicó con Snider en 1968 un artículo en el Journal of the American Medical Association -JAMA- sobre gases en sangre arterial y su rol en el paciente agudamente enfermo (de lectura obligada durante mi carrera), publiqué con Darío manuscritos científicos de investigación en un par de ocasiones, de lo que me siento muy orgulloso. Finalmente, trato de tener una vida de familia tan ejemplificante como sé que Darío la tuvo con Tuy y con sus hijos Javier, Juan, Camila, y Diego.

La Medicina Interna colombiana contemporánea está asentada en hombros de gigantes como Darío Maldonado Gómez. Seguir su ejemplo y no desfallecer en la práctica clínica con alto nivel ético y profesional, así como en su enseñanza, es honrar su inmenso legado.

Dr. Rodolfo José Dennis Verano
Presidente Comité Editorial
Acta Médica Colombiana